La formación y aprendizaje en el posgrado en educación.

La comprensión de la función social de la universidad y del concepto de calidad que guía su desempeño ha sido significativamente afectado por los cambios en las políticas mundiales actuales de la globalización, las cuales contribuyen a las nuevas configuraciones sociales, alteran las nociones de tiempo y espacio en la comunicación e imprimen nuevos perfiles al mundo laboral.

Con la expansión y el dominio del mercado, la educación superior dejó de tener como metas principales el desarrollo de una capacidad crítica, la conquista de la autonomía de pensamiento y el desarrollo de la capacidad de observar en forma global la historia de la humanidad. La fragmentación y la multiplicación de los conocimientos y de la información no consiguen explicar la complejidad y pluralidad de sentido de los fenómenos humanos.

Es posible observar que la formación exigida a los docentes universitarios se ha limitado al conocimiento profundo de la disciplina que enseñan. Por ser un conocimiento práctico, o teórico originado en el ejercicio académico, poco o nada se ha exigido a los docentes en términos pedagógicos. En ese sentido, podemos inferir que el nivel superior ha sido sostenido por docentes titulados que poseen un gran bagaje de conocimientos específicos, pero poca preparación pedagógica.

La lógica predominante es que el profesional que labora en la universidad se debe preocupar únicamente de las cuestiones específicas referentes a su área de conocimiento. Esa situación genera un perfil «académico» del profesor universitario basado en la especificidad del conocimiento que funda su profesión. Ser profesor universitario supone el dominio de un campo específico de conocimiento y para equilibrar tendrían que apropiarse de conocimientos que contribuyan a la enseñanza. La idea que se asoma es que entre más conocimientos específicos acumule el profesor, mejor será su desempeño profesional como docente universitario. Si los docentes traen consigo un gran cúmulo de conocimientos sobre sus respectivas áreas de ejercicio profesional, difícilmente se cuestionan sobre lo que es necesario saber para transmitir esos conocimientos.

En la confluencia de políticas y procesos culturales que afectan al profesor de educación superior, entendemos que la opción del posgrado stricto–sensu en educación puede representar una alternativa para sus expectativas y comprender mejor la enseñanza que llevan a cabo.

Los docentes que ingresan a este posgrado cumplen con el proceso de formación que valora la carrera docente al alcanzar el grado de Maestro o Doctor, y encuentran posibilidades para satisfacer la necesidad de aprender unida a su condición como docente.

Aunque es importante mencionar que dicha elección muchas veces no tiene cabida en sus espacios profesionales, ya que existen estructuras (departamentos, licenciaturas, instancias evaluadoras) que no reconocen la validez del posgrado en educación para los profesores universitarios, porque argumentan que significaría un desvío en su área. Tal posición refleja la concepción de docencia cimentada en el dominio de conocimientos específicos en un área de actuación, y en ese sentido, puede ser responsable por el estancamiento de iniciativas en esa dirección.

Reconocer la importancia de la experiencia en los procesos de formación supone que es afrontada como un proceso interno al sujeto y que corresponde, a lo largo de su vida, al proceso de autoconstrucción como persona. Lo anterior, nos ha motivado a pensar en la formación de profesores como un proceso de desarrollo profesional emancipatorio y autónomo que incorpora la idea de recorrido profesional, no como una trayectoria lineal, sino como evaluación y continuidad de experiencias; esa trayectoria está marcada por fases y momentos en los cuales diferentes factores (sociales, políticos, personales, familiares) actúan, no como influencias absolutas, sino como facilitadores u obstáculos del proceso de aprendizaje de la profesión. De esa forma, es necesario considerar que el proceso de formación de profesores es resultado del compromiso de cada profesor con su propio desarrollo personal y profesional.

Aunque esa formación no sea exigida legalmente a los docentes universitarios, pensamos que debe ser incentivada cada vez más en la universidad; creemos que se trata de una de las formas posibles para mejorar la calidad de la enseñanza en las universidades, ya que la docencia universitaria va más allá de los salones de clase y alcanza discusiones sobre la finalidad del posgrado.

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